jueves, 4 de febrero de 2010
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Con su otoño Velázquez, con su Torre Picasso, su santo y su torero, su Atleti, su Borbón, sus gordas de Botero, sus hoteles de paso, Su taleguito de hash, sus abuelitos al sol. Con su hoguera de nieve, su verbena y su duelo, su dieciocho de julio, su catorce de abril. A mitad de camino entre el infierno y el cielo... yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid. Siempre hay un niño que envejece en Madrid, siempre hay un vuelo de regreso a Madrid.
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